Nacido en Bernal el 12 de junio de 1979, Diego Milito creció con una pelota de fútbol a sus pies y el deseo no solo de desafiar al mundo, sino de conquistarlo. Su pasión lo guio desde que era un niño, desde los nueve años cuando ingresó en la organización juvenil en el Racing Club de Avellaneda, su viaje lo llevó a Europa en 2004, primero con el Genoa, luego con el Zaragoza en España, luego otra temporada extraordinaria más con los rossoblù antes de que el destino lo llevara a vestir la camiseta nerazzurra. Con el Inter fue amor a primera vista, fue la combinación perfecta en el momento perfecto: pasión por el fútbol, ​​un olfato asombroso para el gol, una técnica excelente y un conjunto de habilidades que se habían desarrollado a partir de años de arduo trabajo. Todos los ingredientes fundamentales para encender la llama y convertir los sueños en realidad tanto para el propio Diego como para los hinchas nerazzurri en todo el mundo.

Marcó 30 goles en 28 juegos distintos en su primera temporada en el club, los últimos cuatro de estos coronaron nuestro histórico Triplete: el toque perfecto para decidir el Scudetto contra el Siena, una definición de derecha en la final de la Coppa Italia contra la Roma y un histórico e inolvidable doblete en aquella noche en Madrid ante el Bayern Múnich para obtener el trofeo más sagrado de todos, la Champions League. Sus goles y celebraciones llevaron al Inter por encima de todo y de todos, a la cima de Europa y del mundo.

Diego Alberto Milito, sin embargo, no solo trajo goles al equipo. Siempre trajo una mezcla de pasión, generosidad y talento. Su carácter amable pero explosivo en el campo hizo que inmediatamente dejara su huella, acompañándolo a lo largo de todos sus años con los colores nerazzurri, y en todos sus 75 goles anotados en 171 partidos con el Club. Después de Giuseppe Meazza y Ronaldo, el Salón de la Fama le da la bienvenida a otro verdadero campeón: El Príncipe.