Estaba muy seguro de sí mismo Lothar Matthaus, pero las palabras hay que respaldarlas con hechos. Cuando comenzó la primera temporada del alemán de 27 años en el Inter, la competencia era brutal. El Milán de los holandeses, que era el vigente campeón de liga, el Nápoles de Maradona, la Sampdoria de Vialli y Mancini, la Fiorentina de Roberto Baggio y la Juventus de Laudrup. El Inter consiguió sobreponerse a todos, gracias a un equipo perfectamente construido, que tenía en el número 10 a su alma.
Usaba el número 10, aunque en alemania solía jugar con el 6 o el 8, pero en el Inter ya los tenían reservados Mandorlini y Matteoli. Era un verdadero hombre de equipo, que en sus 32 partidos esa temporada marcó 9 goles importantísimos.
Todos los compañeros de equipo de Lothar Matthaus coinciden a la hora de describirlo. “Cuando el decidía ganar un partido lo ganaba”. Era el auténtico líder técnico y moral, capaz de influir en la mentalidad de sus compañeros para hacerla más positiva. Cuanto llegó a Italia alguien le dijo que para el equipo era suficiente ganar en casa y empatar fuera. Antes de una salida a Emilia dijo a sus compañeros, “¿Empate? Hoy ganamos cuatro a cero”. Se equivocó, al final del partido el marcador reflejaba Bolonia 0 Inter 6.
San Siro lo adoraba, tanto que incluso lo apoyó durante el mundial de 1990, en el que Alemania jugó cinco partidos en el renovado “Meazza”. A menudo la grada norte se llenaba de interistas que ayudaron a los Alemanes a ganar el mundial. Lothar acabaría alzando ese mismo año el Balón de Oro al cielo de San Siro, un premio más que merecido para quien supo combinar como pocos técnica y carisma. Decisivo en los momentos importantes, acertó a la hora de meter un penalti que aseguraba para su equipo la liga de 1989, frente al Napoli, y otro bien ajustado cerca del larguero para regalar a los aficionados interistas la Copa de la UEFA de 1991 Durante cuatro años vistió la camiseta del Inter, los más importantes de su extensa carrera, 20 años como profesional en los que disputó 5 mundiales, récord para un futbolista. Matthaus lleva al Inter en el corazón, como los interistas lo llevan a él en el suyo. Los mismos interistas que de pequeños no querían ser Platini ni Maradona, tampoco Van Basten, Baggio o Mancini. Querían ser Matthaus, el ganador.