Es difícil encontrar en el fútbol una historia de amor tan grande entre jugador y afición. Zenga ya era un gran interista antes de convertirse en un portero legendario y un buen entrenador. Siempre confiado y enamorado del Inter, su relación con el equipo era la misma sobre el césped que en la grada curva norte, en la que veía los partidos durante su juventud. El primer equipo del Inter era su sueño, pero antes tuvo que pasar por equipos de provincias como Salermo, Savona y San Benedetto del Toronto. Se fue como un niño y volvió como un hombre experimentado.
Cuando regresó a San Siro tuvo tiempo de jugar 474 partidos, una carrera extraordinaria, siendo el mejor portero del mundo 3 años. Además jugó dos Mundiales y en un de ellos solo recibió 2 goles en siete partidos e Italia acabó tercera. Ganó un Scudetto increíble contra rivales fortísimos: el Milan de los holandeses, el Nápoles de Maradona, la Sampdoria de Mancini y Vialli y la Juve de Laudrup y Altobelli. Walter recibió la despedida que merecía, aunque no la necesitaba. Contra el Salzburgo, en Mayo de 1994, paró lo imposible y el Inter ganó la segunda Copa de la UEFA de su historia.